Entre viento y marea, danza.

Crónica del Certamen Coreográfico del Distrito de Tetuán. Centro Cultural Eduardo Úrculo (Madrid). Del 13 al 15 de noviembre de 2020.

Dormu, de Indalecio Séura. © Beatrix Mexi Molnar

Iba a celebrarse en abril, como viene siendo habitual, pero la pandemia obligó a que el Certamen Coreográfico Distrito de Tetuán, como tantos festivales y espectáculos, quedara suspendido en la incertidumbre. Finalmente, el pasado fin de semana y con un gran esfuerzo por parte de sus organizadores, este concurso que nació en Madrid hace ya siete ediciones y toma impulso en cada una de ellas como termómetro imprescindible de la creación coreográfica del país, pudo hacerse. También decirse cosas con ello. Por ejemplo, que a pesar de las enormes dificultades que vive el mundo de la danza, como tantos sectores en esta crisis mundial, desde lo pequeño no se desfallece. Que si hay oportunidad para demostrar que con las medidas de seguridad pertinentes se puede seguir haciendo danza, se hace. Y que si existe un resquicio por el que dejar pasar un poco de aire fresco para que la danza, la más emergente en este caso, siga respirando, se abre la ventana. Todo esto, que no es poco, tuvo lugar en una edición especial, la primera dirigida por el bailarín y coreógrafo Daniel Doña en solitario, tras seis ediciones al frente del certamen junto a la bailarina y coreógrafa Teresa Nieto. El resultado cristalizó en tres días de danza contemporánea y española, que si bien dejó ver una corrección confortable en las propuestas y una evidente influencia de la danza israelí (especialmente de la creadora Sharon Eyal, puntera en el panorama internacional), también dibujó un reseñable mapa de voces.

[ETC], de Sara Jiménez. © Beatrix Mexi Molnar

Destacaron en factura y fortaleza propositiva los trabajos de danza contemporánea por encima de los de danza española, algo más frágiles, aunque con alguna excepción. Es el caso de [ETC] de Sara Jiménez, ganadora del primer premio de coreografía de danza española, y La Flor de Granada, premio del alumnado del taller de crítica, en el que destaca, sobre todo, la interpretación de su joven, jovencísimo bailarín (16 años), Yoel Vargas.
En el apartado de danza contemporánea el solo del intérprete y coreógrafo Indalecio Séura, Dormu, se hizo con el primer premio a la mejor coreografía en esta categoría y mostró el singular discurso corporal y musical del creador, afianzado en una voz propia que destacó sin mucha dificultad.

Carretería, de Jesús Benzal. © Beatrix Mexi Molnar

Reseñables son también los trabajos de la Compañía Carmen Fumero, Un poco de nadie, propuesta estrenada en 2018, ejemplo de madurez discursiva y del atrayente lenguaje de la coreógrafa canaria, y Carretería, un dúo del joven Jesús Benzal que recibió una mención especial del jurado y propuso una de las interpretaciones más exigentes de la velada, subrayada por los bailarines Claudia Bosch y Jerónimo Ruiz. Meohadin, obra para cuatro bailarinas del creador Jacob Gómez, se hizo con el premio del público.

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